Y, como creo adivinar lo rápido que pillas las
cuestiones relativas al detalle, entiendo que has dejado volar tu imaginación
al apreciar donde he situado esa "puerta giratoria del pensamiento"
(*) que es la coma. Por si acaso te pasa como a mí que ando con el ceño
enfurruñado a cuenta de la melancolía
que trae la llegada del otoño, deja
que te lo repita: lluvia, llega la lluvia.
Lo habían dicho
por la tele al terminar las noticias: “se avecina una borrasca”. A pesar del
aviso, dejé las ventanas abiertas. Así fue como me pilló la lluvia. Lo terrible
del tema, de ahí que haya utilizado la coma para explicarte todo esto, no es
que me pille a destiempo la melancolía del otoño. Lo terrible es que era una de
esas extrañas noches en las que, nada más poner la cabeza en la almohada, dejé
que la respiración dominara el desasosiego y diera paso al descanso.
Ahora que ya
han pasado unos cuantos días y sus respectivas noches con sus agotadoras incertidumbres, he pensado que lo
inteligente es recordar que junto con la lluvia, no solo llega el otoño.
También llega la magia de observar
como la naturaleza, agotada tras sufrir el calor del verano, se prepara para el
invierno.
Por eso te confirmo que, al igual que tú y que yo, esas gotas infinitas van
rumbo a explorar su destino. Estas
líneas han de recordarte que, en las noches de insomnio, lo mejor es que te
instales en la coma. Cuando, de la mano de las incertidumbres y el agobio, el
insomnio se apodere de tu sueño
recuerda respirar. Tan solo eso, recuerda respirar.
Entonces sucederá la magia. De manera imperceptible tus pensamientos dejarán
hueco para la magia de las cosas buenas que aún están por llegar. Y, con la
magia, al igual que el otoño trae la lluvia, llegara el descanso y el sueño. Sueño,
llega el sueño.
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